Durante el estudio de la participación de las mujeres en la producción artística, siempre se han tenido en cuenta como únicos objetivos de estudio la perspectiva creadora de las mujeres y su figura como valor iconográfico. Desde hace relativamente poco tiempo, existe un nuevo objetivo, un nuevo campo de estudio que analiza al importante grupo de mujeres que cumplieron un papel protagonista: el de la promoción artística.
Condesa de Chinchón
Gracias a estos estudios de muy reciente aparición, se pueden llegar a conocer datos como el modo de financiación, la elección de temas y artistas e incluso la implicación personal en el encargo para ver el resultado del producto artístico finalizado correctamente.
A pesar de la escasa atención prestada hasta ahora a las promotoras artísticas en el sentido de valorar su trabajo como mujeres y la poca curiosidad por averiguar los requisitos y las razones que las guiaron en sus iniciativas, es paradójico el que la historia del arte las ha valorado más que a las propias mujeres artistas. De todas formas, existe explicación a este fenómeno de ocultación de estas actividades femeninas. Por una parte, estas mujeres solían pertenecer a las clases sociales dominantes, por lo que su labor contribuía al crecimiento del prestigio familiar y no al suyo propio. Por otra parte, el objetivo más habitual de su promoción era de carácter religioso, por lo que con el paso de los tiempos su mecenazgo se ve relegado al olvido.
Lo habitual es que se conozca a las promotoras como escasas personalidades que destacaron entre una inmensa mayoría de hombres, dedicadas a fomentar iniciativas con sus recursos económicos en la creación de obras artísticas. Un estudio más minucioso permite conocer la labor de unas damas poderosas, normalmente conocidas por su papel en la historia pero desconocida su labor de mecenas y promotoras. También destaca otro gran número de mujeres, viudas y religiosas generalmente, ya que estos estados sociales les permitió una gran libertad e independencia socio-económica durante la Edad Moderna.
La promoción artística se realizaba de muchas formas, el que la iniciativa llegase a buen puerto no dependía de que partiese del patrocinio de un hombre o una mujer, sino de su estatus social y económico. Las fuentes documentales no aportan gran ayuda, sino confusión en muchos casos, puesto que las hay que señalan a la mujer como promotora por formar unidad patrimonial con el marido -cuando la labor de fomento de la mujer era simplemente la de figurar como esposa- y nos pueden llevar a engaño. También se han encontrado casos en los que el contrato era firmado por el varón, como figura pública representante de la familia y todo su patrimonio, a pesar de que la iniciativa artística la llevase a cabo su esposa, madre o alguna otra familiar.
Hay que señalar que ni las circunstancias ni la educación recibida por las mujeres hasta el siglo XX, facilitaron para nada que pudiesen destacar mujeres con formación y libres simultáneamente que se dedicasen a la promoción artística. Lo que sí que es seguro es que más que formación o alto nivel cultural, parece ser que lo más necesario era disponer de un amplio patrimonio, por lo que las promotoras solían pertenecer a familias de clase alta. Aunque no era lo habitual, existían circunstancias en las que las mujeres podían acceder al patrocinio, con algo más de independencia económica, de estado y de criterio - viudas y religiosas principalmente, antes comentado-. Era frecuente de todas formas entre estas mujeres que la donación se hiciese a la muerte -del marido o a su propia muerte- en forma de mandas testamentarias y de manera que se respetase el patrimonio de los herederos, no suponiendo una gran merma de éste. El gran gasto funerario compensaba la paz en la otra vida.